Dicen que el amor es ciego, y sin embargo miraba con todos sus sentidos, midiendo todos los factores intentando encontrar un rey que fuese digno de llevarlo a reinar sobre La Era Braganza.
Se conocieron en un baile. Él llegó tarde, y atravesando un mar de torsos sin remera, lo descubrió, aún con la suya puesta, sin lentes pero con los ojos cerrados, bailando con una gracia nunca antes vista. Su edad, calzado y trago lo hizo encabezar la lista de pretendientes.
Con una pose relajada, sin quitarle la vista, preguntó por ahí cómo se llamaba. -El Restaurador- le dijeron.
Se acercó sin demasiado disimulo y la música hizo el resto. El primer abrazo los definiría hasta el final. Sus cuerpos encastraban y creyeron que estaban destinados a estar juntos. Los duendes de la noche crearon el ambiente perfecto donde el roce se vuelve constante porque piel y alma parecen ser una. Finalmente a las tres y media de la mañana El Restaurador lo besó por primera vez. Preguntó cómo se llamaba. -Queen Bee- contestó, intentando recuperar el aliento.
Advierto que esta es una historia de amor, no un cuento de hadas. Es básicamente lo mismo solo que nunca se alcanza el final feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario