Personajes: Las Hermaninovi@s


"Cuando dos marchan juntos, si no es uno es otro el que advierte lo que es más necesario; cuando uno está solo, aunque piense, el espíritu es tardo y penosas las resoluciones" (La Ilíada)

Así como los centauros en la mitología griega, y el busgosu en la asturiana, la Era Braganza presenta entre sus híbridos a las hermaninovi@s: una criatura mitad novio, mitad hermano. Poseen todos los elementos propios de ambos, pero solo de la cintura para arriba. Esta extraña criatura se caracteriza por no tener sexo, al menos no entre ellos. No obstante su amor es tan fraternal que rara vez discuten o pelean.  

En frío la relación costo beneficio parece ser mas que satisfactoria. Pero como el comunismo, las hermaninovi@s son la utopía sólo en el plano teórico. Ellos dicen que es otro tipo de amor. Otro tipo de relación. Que sólo ellos lo entienden. Un alegato comúnmente escuchado es que no padecen el no tener sexo puesto que no son personas con apetito sexual. Yo siempre lo creí. Parecía tener sentido. No obstante Alfa me cuenta que suele verlos en sórdidos lugares teniendo sexo con cualquiera menos con su pareja.




La eventual pérdida de la libido es natural, y frente al paso del tiempo, de su suerte ningún hombre, sea lindo o feo, puede liberarse una vez nacido. Si todas las relaciones amorosas que se extiendan en largos períodos terminan en hermaninovi@s, ¿por qué negarse a tener este tipo de parejas? No importa que tan jugo sea tu marido: chongo eres, en hermaninovi@ te convertirás. 

Si es así, tal vez ellos tengan razón y hayan descubierto la poción para el amor que Serú Girán no pudo encontrar. 

¿Por qué no convencen? Algo parece no ser suficiente: el secreto está en el deseo. Las hermaninovi@s nunca lo tuvieron el uno por el otro. Desde sus orígenes se saltearon el noviazgo y fueron sin más al seno de la vida conyugal en su etapa más burguesa. Sin deseo no hay dolor. Y sin dolor no hay amor. 
Nada duele más que la traición y el adiós. Es como si no supiesen que el amor es el amor en cualquier tiempo y en cualquier parte, pero tanto mas denso cuanto mas cerca de la muerte. 





El señor de los anillos (parte dos)

Mi deseo de verlo una vez mas no tardó en ser concedido y esa misma noche nos encontramos en Dadá. Este bar lo conozco gracias a V. Ella lo ama, y supongo que por propiedad transitiva ese amor me resultó natural y lo adopté como propio. 
Ya sentados, le pregunté sobre su vida y me contó de su amigo que vende cadenas, aros y anillos de plata. Yo algo sabía pero preferí escuchar lo que tenía para decir: había estado todo el día en reuniones de amigas y familiares con estos paños vendiendo la plata de su amigo. Supongo que para ellas también él sería conocido desde ese día como el señor de los anillos. El gesto me pareció tan grande que me conmovió. Quería verlo, y ya no me bastaba con una vez mas. 



Al día siguiente no supe nada de él. Tampoco el domingo. Recién el lunes me escribió. Fue un mensaje que no supe descifrar al principio: "hablaste con tu mamá? dale copate 5". Mi desconcierto fue absoluto. Aún intentando decodificarlo recibo un segundo mensaje: "o amigas". Seguía sin entender nada. No tardé mucho en preguntar, y él en responder: pretendía que arme un rendez-vous con mis contactos femeninos para vender los anillos. Casi sufro un ataque de arcadas hasta el desvanecimiento. Me sentí decepcionado. Pero no tanto por él, sino por Mí. Tardé mucho en contestarle hasta que le respondí con onda pero claramente evasivo frente a su propuesta. Soy un fundamentalista de la idea que sostiene que los mensajes o los llamados tienen que ser contestados: a buen entendedor pocas palabras. "Pocas palabras", no "ninguna palabra". 
Claramente en el tiempo que habíamos pasado juntos, él nunca me había entendido. Ese es el problema de tratar con gente fuera de La Era Braganza: codifican las variantes y los factores de otra forma. En Mi realidad aprendemos desde chicos que los bebés vienen de París y los anillos, de la Quinta avenida al 727. 










El Señor de los Anillos (primera parte)

"Un anillo para gobernarlos a todos. Un anillo para encontrarlos a todos. Un anillo para atraerlos a todos y en las tinieblas atarlos." (J.R.Tolkien)

Ese jueves Jota me escribió para decirme que quería presentarme a alguien recién llegado de tierras lejanas, donde las leyes de La Era Braganza no rigen. Las blind dates no son mi fuerte, pero a su vez, ¿qué tanto conocemos a las personas con las que tenemos citas como para decir que no son a ciegas? Al igual que la bruja del mar a la Sirenita antes de darle la posibilidad de ir a buscar a su príncipe, Jota me advirtió "tenes solo veinte días para enamorarlo. Luego se irá. Para siempre". Me pareció un reto digno, veinte días para hacer que se enamore de mi. Parecía la trama de una comedia romántica con Kate Hudson: en el día número veinte, ya confiado de nuestro amor y nuestro futuro, correría por los pasillos de Ezeiza intentando llegar al gate antes que él se fuera de mi vida. Un grito de "¡te amo!" mientras muestra su boarding pass lo haría retroceder, y un abrazo coreografiado con una banda sonora para recordar haría correr los créditos del final. Lo tenía todo planeado, incluso la ropa que iba a usar: a finales de Abril empieza a hacer frío, perfecta oportunidad para usar mi trench marrón que dice Paris, y unas botitas de media estación que dicen je t´aime.


Paris je t´aime


Intercambiamos números de teléfono y quedamos en encontrarnos esa noche en mi casa. Llegó pasadas las once. Ostentaba tener todo su pelo a pesar de haber contado ya mas de cuarenta primaveras. El vino fluyó, y él no tardó mucho en abrir sus ex files. Me pareció un encanto, y le propuse desayunar juntos la mañana siguiente. Entre cortados y un croissant me preguntó cuanto había durado mi ultima relación. El número fue tan corto que me dio vergüenza y le dije tres meses (todavía estoy negociando si fueron dos. Lo cierto es que temo hayan sido sólo cinco veces las que nos vimos en total. Todavía no me animé a contar) No obstante, a él le pareció que fue poco, lo que me hizo pensar en esa escena de la novela de Lewis Carroll, donde Alicia le pregunta al conejo cuanto tiempo es para siempre, y éste le contesta "a veces es sólo un segundo". Algo que puede marcarte toda tu vida y haber durado solo un instante. El viernes recién empezaba y lo despedí con la esperanza de verlo una vez mas...

Alicia- ¿Cuanto tiempo es para siempre?
Conejo- a veces, sólo un segundo

Personajes: El Mar

La mitología es parte fundamental del folclore de una cultura. Y nada es más de culto que este blog y lo que representa. La idea es introducir de a poco los personajes que componen los mitos que supieron hacerse leyenda. Esta es una sección dedicada a todos ellos.



Cuando un grupo numeroso se empieza a frecuentar, y a ser cada vez mas repetidos,  puede suceder lo que llamo "el efecto Gran Hermano"- es esta idea donde se juegan varios roles, y quien encarna al malo es el mas malo de todos. El que es pobre es quien mas lástima nos da. Quien tiene sobre peso es quien más nos aterra. De esa misma forma, quien es el mas bello es el más radiante y encantador sujeto nunca antes visto. 
Esto último es lo pasa en La Era Braganza: existe alguien que encarna el absoluto de la belleza, y no lo digo como un halago sino mas bien con una acusación. Tiene una mirada tan triste que te hace creer que su pena está relacionada con la que uno lleva dentro.
Estaba en una fiesta junto al río con Roshel y Alfa. De repente, lo vi. Si estas en el mismo lugar es imposible no detenerse. Es algo que te atrapa y te lleva. Noté que bailaba poco pero una de las máximas de Alfa es que el chongo de verdad no baila. Le pregunté a Roshel como se llamaba. El Mar- me contestó- porque no podes dejar de mirarlo. Si bien entendí que se trataba de una broma, al ver sus ojos de un azul profundo supe que el océano estaba involucrado una vez mas. Ninguno de los tres le habló, solo lo miramos. Volví a casa lamentando no haber podido ser parte de él. No envidiaba a sus amigos, que podían contar con el mar cuando ellos quisieran. Al contrario, la idea de tenerlo cerca me intimidaba. Tanto mar ahogaría incluso al mejor nadador. Alfosina lo sabía.




El fantasma de Soledad

El año pasado, durante su gira por Lima, las Culisueltas tuvieron un altercado con sus pares locales, las Wachiturras. Durante la acalorada trifurca, se acusaban de plagio, autoría intelectual, talento, virtud, falta de inteligencia e insinuaciones sobre posibles trabajos sexuales. "¿no ves que sos hueca?", "Cocodrilo es un bar donde va la gente grande a tomar algo y les pagan a las chicas que se visten así para pasar una noche", "esta voz de pito me está matando". Los agravios parecían quedar en eso: agresiones verbales. Hasta que a una de ellas -a los efectos del relato, lo mismo da quien fue- se atrevió a decir "¿no ves la celulitis que tenés en la panza?". Esa no fue la gota que rebalsó el vaso, fue el detonante. El único que se necesita para lastimar realmente. Al menos en el plano de las mujeres heterosexuales.

Video de las Culisueltas vs las Wachiturras

En La Era Braganza no es la celulitis lo que nos aterra, sino la soledad. El fantasma de la soledad está en todas partes y hasta en las grietas acecha. Solo basta mirar a quienes tienen mas de cuarenta años, y descubrir con horror que todas están solas. No existe peor agravio que decirle a alguien "te vas a quedar sola". Ahí destruís su espíritu. La matás. No queda nada de él.
Es cierto que esa chica tenía celulitis en la panza, de la misma forma que es cierto que se van a quedar solos. Pero en un mundo sin autocrítica como es La Era Braganza, una verdad semejante puede hacer caer incluso al mas fuerte.
Como todo fantasma no es conveniente invocarla mucho puesto que se puede materializar, o poseernos sin darnos cuenta y acompañarnos por el resto de nuestros días.



Dior Salve a la Reina! (parte II)

Los pretendientes no fueron ni tantos ni tan buenos, y creyó por un momento que sus sueños de imperar nunca sucederían. "Ser un dataentry no está tan mal", pensó para si mismo. Y a la vez se cuestionaba por qué conformarse con una vida mezquina cuando dentro suyo habían tanto mas para dar. O para recibir. Asistía a todos los eventos, pero como un testigo. Él era quien va a los museos y mira los cuadros. Los cuadros y él estaban en el mismo lugar, cerca y lejos al mismo tiempo. Alfa es un cuadro, Estrella es un cuadro. Esta Era es un cuadro. Él estaba mirando las fiestas, pero no estaba en ellas.
Dicen que el amor es ciego, y sin embargo miraba con todos sus sentidos, midiendo todos los factores intentando encontrar un rey que fuese digno de llevarlo a reinar sobre La Era Braganza.
Se conocieron en un baile. Él llegó tarde, y atravesando un mar de torsos sin remera, lo descubrió, aún con la suya puesta, sin lentes pero con los ojos cerrados, bailando con una gracia nunca antes vista. Su edad, calzado y trago lo hizo encabezar la lista de pretendientes.
Con una pose relajada, sin quitarle la vista, preguntó por ahí cómo se llamaba. -El Restaurador- le dijeron.
Se acercó sin demasiado disimulo y la música hizo el resto. El primer abrazo los definiría hasta el final. Sus cuerpos encastraban y creyeron que estaban destinados a estar juntos. Los duendes de la noche crearon el ambiente perfecto donde el roce se vuelve constante porque piel y alma parecen ser una. Finalmente a las tres y media de la mañana El Restaurador lo besó por primera vez. Preguntó cómo se llamaba. -Queen Bee- contestó, intentando recuperar el aliento.  
Advierto que esta es una historia de amor, no un cuento de hadas. Es básicamente lo mismo solo que nunca se alcanza el final feliz.