Auroras y Maléficas

"Rica en riqueza, salud y nobleza. ¡Salve princesa Aurora!"

Aurora es el nombre de la princesa en La Bella Durmiente. Desde su nacimiento tenía garantizado un buen porvenir que incluía ser linda, rica, talentosa (musicalmente), virtuosa y amada a la edad de dieciséis años. Y no por cualquiera, sino por el más perfecto de los hombres: el príncipe Azul. Ese era su destino desde su llegada al mundo.
En la Era Braganza no es raro encontrarse con solteros codiciados que ostentan pocas primaveras contadas y una imagen que suele hacerlos pasar al VIP de la Dorothy. Pero mucho menos raro es encontrar a quienes fueron parte de esa elite, y hoy, expulsados por los nacidos en los ochenta, se preguntan dónde estaba esa curva donde no supieron doblar. ¿Cómo es posible que Aurora haya terminado con una vida tan mezquina cuando dentro suyo había tanto más para dar?



"Oíd bien todos vosotros: la princesa sí que será dotada de gracia y belleza. Podrá ser amada por cuantos la conozcan. Pero, al cumplir los dieciséis años, antes de que el Sol se ponga, se pinchará el dedo con el huso de una rueca y morirá"

Maléfica, en contraposición, es la bruja poderosa y temperamental, capaz de seguir fiel a su plan por más de cien años. La maldad es opcional.
Las Maléficas, rígidas y metódicas, durante sus mejores años no sueñan con el amor o la belleza. Sólo con ver cumplidos por fin sus planes. La distancia y el tiempo no son barreras: su proyecto se mantiene en alto por encima de casi todo. Pasados los treintaicinco años de edad descubren que tienen un cuerpo y un placard propio con los cuales ponerse al día.



Los estilismos ayudan mucho a la hora de identificarlas: las Maléficas tienen más de treinta años, abusan de cortes de pelo exóticos: crestas y asimetrías son los más habituales, y pantalones chupines u otro item que represente "moda in situ". Las Auroras en cambio, fieles a la generación Bunker (es una entrada pendiente de ser escrita), no logran despegarse de sus jeans rectos de marcas como Wrangler o Lee, con la botamanga hacia afuera.

En un mundo asediado por Auroras y Maléficas, ya queda cada vez menos lugar para un príncipe Azul. Y sin príncipe no hay historia de amor. Es por eso que terminar sola parece el final más usual. En la  Era Braganza lo sabemos. Es solo que a veces se nos olvida...


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